sábado, 9 de febrero de 2008

La radio, la Tecnologia y su impacto

Tecnología e impacto sociocultural

De acuerdo con Alejandro Piscitelli, «la tecnología no es un elemento externo
al individuo. No constituye sólo una herramienta, sino que pasa a transformar
los modos de acceso al conocimiento, las formas de percepción, la participación
del sujeto, la creación. Estas nuevas tecnologías suponen además un tipo de
interactividad en la medida en que el individuo adquiere un poder y una
intervención frente a ellas» (Afacom, 1998).

En torno a lo planteado por Piscitelli, por ejemplo en Barranquilla
la influencia de la tecnología en los procesos de transformación cultural
ha sido notoria con la aparición del «transistor», el cual cambió la
concepción del receptor en torno a lo escuchado. El oyente ya no tenía
que quedarse sentado alrededor de un radio «Philco» o «Telefunken»
de la época, sino que tenía la oportunidad de comparar con lo que
escuchaba en el radiotransistor cuando asistía, por ejemplo, a ver un
partido de fútbol. Aquí podemos observar cómo «El Análisis del
Discurso» planteado por el francés Patrick Charaudeau (1983) se ve
representado. Con el uso del transistor se replantea la relación entre el
yo comunicante (que corresponde al sujeto real que emite el mensaje,
en este caso el periodista) y el yo enunciante (que es la imagen del
enunciador construida por el mismo sujeto productor del discurso).
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En el caso de los partidos de fútbol, el yo enunciante ya no podía dar
una visión diferente de la realidad de la que el espectador como
interpretante tenía por verdadera, desde el mismo momento en que
estaba observando el partido de fútbol.
El transistor cambió las formas narrativas; se requería, por
ejemplo, mayor rapidez en la narración de los partidos de fútbol. Un
periodista y narrador reconocido como Juan Illera Palacio se daba el
lujo de narrar de manera lenta y realizar descripciones en torno a la
vida del jugador. Hoy en día, un Ramiro Jiménez y en su momento un
Edgar Perea no pueden hacer lo mismo .
También la influencia del desarrollo de la telefonía fue notoria
desde el punto de vista de la pérdida de cohesión social, ya que la radio
dejó de actuar como mecanismo privado de comunicación para abrirse
hacia lo público desde la perspectiva noticiosa; con la aparición de la
telefonía, los mensajes dejaron de ser individualizados y se perdió el
lazo afectivo, ya que la radio penetraba casi que en la intimidad del
individuo, es decir, como un fuerte mecanismo de cohesión familiar.
Antes los pueblos apartados no tenían forma de comunicarse, y la radio
hacía las veces de teléfono para trasmitir mensajes de un pueblo a otro.
Por otro lado, la oralidad inherente al medio ha venido perdiendo
en la radio musical, especialmente en la FM, la gracia del comentario
musical. Se pasó de la sonoridad plasmada en la elegancia al ruido y a
la estridencia plasmados en el grito, como se había dicho antes. Hoy, la
voz y el discurso del locutor tienden a desaparecer para ser reemplazados
por la glosa. Así mismo, se está atentando contra la gramaticalidad
radial con canciones que se repiten de manera constante, lo cual hace
que dichas canciones conviertan a la programación radial en un esquema
amorfo que desconoce el valor de nuestras riquezas musicales.
Así mismo, la aparición de la FM como radio comercial ha
generado una desvalorización en la audiencia de la AM desde el punto
de vista musical, y solamente esta banda es percibida por el público de
manera noticiosa. Esto ha generado un desconocimiento musical en
los jóvenes en torno a la música que se presenta en FM, se desconoce la
historia del cantante, el significado de las canciones que se interpretan.
Ahora bien, desde la lógica del mercado, las empresas prefieren pautar
en FM por mejor sonido, a sabiendas de que la cobertura no es la más
amplia. En definitiva, hay una apatía por parte del oyente en torno a
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programas educativos de corte cultural que proyecten nuestra música.
Por otro lado, en menor proporción, la incidencia de la tecnología
japonesa, representada en radios de diversos tipos, entre ellos el
walkman, incidió en que los audiencias perdieran el contacto con el
panorama internacional desde la perspectiva cultural, social, musical,
a raíz de que los tipos de radio que llegaban a Colombia en su mayoría
traían solamente la banda FM y la AM, es decir, carecían de las
frecuencias SW1 y SW2, las cuales permitían sintonizar emisoras de
onda corta.
Esto hizo que las audiencias se desconectaran del mundo, en
contraposición con las aparatos de antes, como Telefunken y Philco,
los cuales les permitían, por medio de sus frecuencias de onda corta,
ser una ventana al mundo desde nuestra localidad en una época en la
que la Internet era una utopía.
Los oyentes de los años treinta a los setenta tenían la oportunidad
de perfeccionar el inglés, en cuanto a pronunciación y desarrollo auditivo
gracias a las emisoras de onda corta que se sintonizaban con facilidad,
y como no había muchas emisoras en el dial local, en horas de la noche
entraban emisoras cubanas y de Estados Unidos en las que se podían
escuchar conciertos y programas culturales de diversos tipos. No cabe
duda de que el alejamiento de los aconteceres mundiales ocasionó en
nuestra radio un letargo que fue aprovechado por muchos locutores
para crear estilos como «la radio pick up», que deterioró el oído musical
del barranquillero.
Ese vacío referencial generó en parte el deterioro de la calidad
de la radio en una ciudad como Barranquilla. Claro está que la apertura
económica, implementada en el gobierno de César Gaviria Trujillo,
como resultado de un modelo de desarrollo económico neoliberal, abrió
las compuertas de nuestro país, desde el punto de vista comunicativo,
para ponernos en contacto con el mundo desde una perspectiva cultural,
social y musical y el advenimiento de la televisión por cable.
Desarrollo de la radio: Comercialización
El modelo comercial adoptado por la radio barranquillera desde sus
inicios en 1929 fue el modelo norteamericano de la radiodifusión co-
mercial, que era el de explotación privada. Esto lo podemos ver cla-
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ramente con la influencia de Ellías Pellet Buitrago con la compra de
equipos de radio. El modelo de la explotación privada, de acuerdo con
Ana María Lalinde (1998), «contribuyó a que la radio se expandiera de
forma acelerada y que encontrara formas de sofisticación empresarial que hoy
conocemos».
El desarrollo de la radio generó la creación de cadenas importan-
tes como C
ADENON
, cuya sigla hacía referencia a la firma Cadena Radial
del Norte, la cual fue fundada en 1961 en la Costa Atlántica. Solía
trabajar conjuntamente con RCN. La sede estaba en Cartagena y con-
trolaba las emisoras radio Miramar en Cartagena, La Voz de Barran-
quilla, La Voz de Cartagena y emisoras Riomar en Barranquilla.
También encontramos la cadena radial más antigua de la Costa
Atlántica, el Circuito radial ABC, que en forma ininterrumpida trans-
mitió los concursos nacionales de belleza y sirvió en múltiples ocasiones
para la transmisión de notables eventos deportivos. Estaba conformado
por emisoras Fuentes, emisoras Sinú, radio Vigía, en Cartagena y en
Barranquilla. El circuito radial tenía tanta importancia que la naciente
Caracol se encadenaba con éste.
Por otro lado, el poder económico contribuyó a la actualización
tecnológica. Por ejemplo, uno de los avances más importantes que tuvo
la radio fue la aparición de la FM como enlace entre los estudios de la
emisora al trasmisor. Eso contribuyó a que se expandiera la cobertura
radial.
La efectividad de la frecuencia modulada la demostró la radio Cadena
Nacional con la transmisión de la Vuelta a Colombia en Bicicleta,
evento iniciado en 1950 y que se corre cada año atravesando las prin-
cipales ciudades del país (Lalinde, 1998).
En los años sesenta aparece la televisión y se consolida en la década
de los setenta. Se presumía que la televisión iba a acabar con la radio.
Sin embargo, no fue así; la radio conservó su lugar protagónico.
Por otro lado, las grandes empresas que patrocinaban los eventos
que se realizaban en los radioteatros fueron dispersando poco a poco
sus pautas publicitarias, las cuales fueron colocadas en el medio tele-
visivo. Esto incidió de alguna manera en la desaparición del radioteatro,
que fue perdiendo fuerza, en primer lugar, por la incidencia de la
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televisión y, en segundo lugar, por la falta de patrocinio.
De los años setenta a los noventa ingresan los grupos económicos
a la radio. Caracol comienza a luchar con otras cadenas como RCN y
Todelar. Esta última se especializa, con su eslogan: «Todelar: sólo radio»,
en la realización de radionovelas.
En Barranquilla, a raíz de la competencia nace a mediados de los
setenta el primer pacto entre emisoras para no quitarse los locutores.
De los ochenta a los noventa hay una lucha por la supremacía radial y
se incrementa el número de emisoras en la ciudad. Ya para esa época se
cree más en los ratings y las cadenas comienzan a ahogar las emisoras
independientes. Estas, en su afán de sobrevivir, alquilan espacios a per-
sonas inescrupulosas e irresponsables que desvirtúan el sentido de la
radio desde el punto de vista educativo. Tal es el caso de brujos y pito-
nisas que fascinan a oyentes incautos poniendo en entredicho a la
medicina tradicional y en jaque a las medicinas alternativas .
El poder económico de los macromedios como RCN y Caracol a
nivel nacional y del grupo Olímpica a nivel local contribuyen a la
modernización de la radio barranquillera desde el punto de vista tec-
nológico con innovaciones que van desde la digitalización hasta la
utilización de Internet, pasando por las transmisiones vía satélite, en
contraposición con otras emisoras que tienen poco acceso a la tecnología
como resultado de sus limitantes económicas.
Radio musical y de entretenimiento
El panorama musical de Barranquilla a comienzos del siglo XX tenía
un corte eurocentrista en el que se privilegiaba la música clásica, como
los valses, polkas, mazurkas y otros ritmos de origen europeo. Había
una visión peyorativa en torno a la producción musical regional. Todo
esto como resultado de una fuerte influencia inmigratoria extranjera.
Con la aparición de la radio el 8 de diciembre de 1929 y su
proceso de consolidación a finales de los años treinta, la radio contribuye
al desarrollo de una cultura musical urbana. No cabe duda que la radio
ayudó a fortalecer nuestra identidad a través de lo que se escuchaba en
sus diales, en los cuales se podían sintonizar emisoras cubanas como
radio Progreso y la CMQ, en las que se colocaban sones y boleros en
versiones del Sexteto Habanero, del Trío Matamoros y el Sexteto
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Nacional, entre otros.
Lo anterior contribuyó a que las clases altas, que eran reacias a la
cumbia y el chandé, bailaran el son y la guaracha. Aquí podemos darnos
cuenta que la influencia de la música cubana colocada en las emisoras
de la isla y captada por los radios de nuestra ciudad incidió en el gusto
del barranquillero de clase alta, que se sintió identificado con la clave
caribe y manifestó su alegría y entusiasmo por estos ritmos.
Lo anterior se corrobora con la presentación de la famosa Orquesta
Casino de la Playa en el Jardín Aguila, que era un parque ubicado en
la calle 45 con carrera 45, hoy Banco de la República, donde el público
barranquillero podía escuchar orquestas de talla internacional.
También es necesario mencionar que la radio unificó el gusto
musical del barranquillero de clase alta, y contribuyó, así mismo, a
fortalecer la identidad a partir del reconocimiento del microcosmos
musical de nuestros ritmos en el macrocosmos musical de la Cuenca
del Caribe.
Definitivamente, la cultura de elite desde el punto de vista musi-
cal terminó compenetrándose con la música popular costeña aceptando
por medio de una simbiosis que los ritmos cubanos y los ritmos de
nuestra Costa Caribe tienen como común denominador la percusión
africana. Esto creó las condiciones para que los oídos receptivos a la
moda internacional de la música cubana se volvieran sensibles a los
ritmos de su propia tierra.
No cabe duda que desde el punto de vista musical la época de
oro de la radio en Barranquilla fue de los años treinta a los sesenta,
décadas fructuosas en las que se presentan en los radioteatros y emisoras
artistas de talla internacional como Pedro Vargas, Juan Arvizu, Fernando
Fernández, Gilberto Urquiza y Agustín Lara, entre otros. La radio de
esa época es considerada una radio responsable, delicada y grata.
No se puede pasar por alto la presentación de Carlos Gardel en
la emisora La Voz de la Patria, donde desde la ventana a las 6:30 de la
tarde del domingo 2 de junio de 1935 saludó a su público y se mostró
complacido de visitar a Barranquilla.
Tampoco podemos olvidar la importancia del radioteatro, el cual
se convirtió en una alternativa lúdica para los barranquilleros. Estos
tenían la oportunidad de escuchar orquestas que deleitaban a la au-
diencia con sus magistrales interpretaciones. El radioteatro surge como
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necesidad de tener programaciones musicales en vivo, «porque los discos
eran escasos por tratarse de artículos importados y las grabaciones de intérpretes
y música colombiana eran más escasas todavía» (González, 1998).
No cabe duda de que el radioteatro influyó en el desarrollo de la
música de la Costa. Los músicos y cantantes encontraban espacios para
dar rienda suelta a su creatividad e ingenio. Por eso, desde el punto de
vista socioeconómico, la radio barranquillera generó la creación de mer-
cados de trabajo para los músicos. Un ejemplo fehaciente es el caso de
Nelson Pinedo, quien con su invaluable talento se presentó en el radio-
teatros de La Voz de la Patria e interpretó el bolero «Mi cariño», acom-
pañado por la orquesta de Julio Lastra, la cual le sirvió como plata-
forma de lanzamiento de Nelson Pinedo. Los radioteatros oxigenaron
el gusto musical del barranquillero (Villarreal, 2000).
Tampoco se debe pasar por alto «La Radionovela y su impacto
social».
Es el discurso sonoro que incita a la imaginación. En nuestro
país y en la ciudad se constituyó en todo un fenómeno radiofónico
«repleto de ensoñación y de imaginación desbordante en donde el receptor ciego
al escucharla compensa la situación con los mil ojos de la fantasía. Las
radionovelas llevaron a los hogares narraciones de amor o de aventura que
pusieron en escena una dramaturgia popular que prepararía los tiempos posteriores
del melodrama televisivo» (Vásquez, 1998). Así mismo, revitaliza el
sentido de la oralidad, característica esencial del lenguaje radiofónico.
La palabra oral tiene la virtud de remitirnos a lo epopéyico, a los cantos
heroicos, a las antiguas leyendas. A las vetustas tradiciones. La oralidad
nos emparenta con nuestros orígenes, nos remite inmediatamente a lo
más vivido, a lo más cercano, al mundo vital (Vásquez, 1998).
Fueron épocas creativas en las que los dramatizados comienzan a
adquirir fuerza dentro del público barranquillero con radiodramas como
«Cuentos de América», «La Ley contra el Hampa» y «Contraespionaje».
Tampoco podemos olvidar la incidencia de las radionovelas «El derecho
de nacer», del autor cubano Félix de Caignet.
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La radionovela recrea el mundo de la imaginación:
Quién no recuerda a Kalimán y a su fiel amigo Solín, o Arandú, el
príncipe de la selva y a su inseparable amigo Taolamba; cuántos escu-
charon más de una vez a Kabir,el árabe, el audaz y altivo aventurero
de los mares que subyugaba con el fuego de su mirada y el embrujo de
sus palabras. Kabir, el árabe, al que los hombres temían la fuerza de
su espada vengadora y las mujeres se rendían ante la fuerza sublime de
su amor(Vásquez, 1998).
La radionovela cumplió en Barranquilla, como en el resto del
país, un papel aglutinador desde el punto de vista antropológico. Las
radionovelas contribuyeron a desarrollar una comunicación por medio
de la tertulia y la charla, la cual reunía a la familia alrededor del aparato
radial. Así mismo, creaba en los públicos imaginarios de diversos tipos
que servían de evasión a las audiencias frente a los conflictos sociales y
económicos que comenzaban a gestarse en el país.
Otro de los aspectos que vale la pena tener en cuenta es el predo-
minio de lo masculino, que fue patente en la radio desde sus comienzos
hasta los años setenta, década en que se acentuó de manera marcada el
machismo radial como resultado de la influencia del cine mexicano.
El locutor era considerado un fetiche por parte del público. Se hicieron
famosas las voces graves, llamadas «voces de cañón»; entre éstas podemos
mencionar a Ventura Díaz, Jairo Paba, Luis Arias, entre otros.
Lo anterior corroboraba que la programación y las formas de producción
en su lógica de funcionamiento en sus rutinas o prácticas productivas, en
su discurso, en los valores que aplica sobre los acontecimientos de la vida
social, es una pérdida para la perspectiva de género (Lalinde, 1999).
Sin embargo, tal presagio fue superado en la medida en que a
mediados de 1970 las mujeres se compenetran de manera más intensa
con el medio radial, es decir, superan los obstáculos impuestos por las
condiciones de su género. Tal es el caso de Elsa Carrillo, conocida locu-
tora barranquillera, quien se atreve a realizar por primera vez programas
de educación sexual que fueron poco a poco aceptados por las audiencias.
Por eso, es importante destacar el tema de la sexualización de la radio
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como un fenómeno creciente a partir de 1970.
La sexualización de la radio es sin duda un fenómeno creciente. Sexua-
lidad que no habla desde el deseo, el sueño, la intimidad, sino desde el
frío consultorio médico que explica en forma pormenorizada su funcio-
namiento biológico y legal: los derechos de los hombres y las mujeres a
gozar de una sexualidad sana, ordenada, antiséptica y clonada. La
educación sexual se establece como imperativo de estos programas hoy
(Lalinde, 1999).
Hoy en día, en la banda FM la radio es más musical que perio-
dística; sin embargo, la calidad de la radio musical y de entreteni-
miento no es la mejor. Uno de los aspectos que ha incidido para que
dicha radio no sea de calidad reside en la desaparición de directores
artísticos, jefes de locutores y productores de radiodifusión.
Asimismo, la incidencia exagerada del fenómeno de «la payola»
–práctica de aceptar pagos por pasar discos específicos en las estaciones
de radio– le ha hecho mucho daño a la radio musical barranquillera,
pues la ha convertido en un «pick up» en el que se repiten continua-
mente canciones de poca calidad que no hacen ningún aporte significa-
tivo al gusto musical del barranquillero.
Cabe señalar que se ha generado un proceso lineal de comunica-
ción tanto de parte del emisor como de parte del receptor. El primero
se limita a hacer comentarios que en vez de enriquecer al oyente mini-
mizan su sentido musical. Dichos cometarios están impregnados de
frases y palabras que deforman la imagen del costeño y, como si fuera
poco, debilitan su identidad. Esto unido, lógicamente, a la poca forma-
ción de algunos periodistas y locutores que con sus peculiares intencio-
nalidades lingüísticas e inadecuado vocabulario maltratan el idioma
español y hieren a oyentes de mediana y alta formación académica y
cultural.
Prácticamente, el locutor musical y de programas de entreteni-
miento generan cortos circuitos con las nuevas generaciones al no
mencionar los compositores, por un lado, ni comentar la letra de las
canciones y la vida del artista, por el otro.
Por otra parte, el oyente, como resultado de la inoculación de
canciones en serie, se limita de manera conductual a llamar a la emisora
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y pedir las mismas canciones, con lo cual refuerza un círculo vicioso
que deteriora la percepción musical de una región y de un país rico en
los más variados y bellos ritmos.
Lo anterior nos demuestra que el efecto de la «aguja hipodérmica»
continúa todavía latente y que se requieren procesos de concienciación
desde el mismo medio radial para educar a las audiencias en el buen
gusto musical. Gusto musical que debe concebirse desde una óptica
local y global en la que se tengan en cuenta nuestro folclor, los ritmos
extranjeros y toda la gama de combinaciones musicales rítmicas que se
generan en el mundo como resultado de procesos de hibridación cul-
tural.
Definitivamente, la radio musical y de entretenimiento se cons-
tituye en un gran reto para los periodistas y comunicadores del siglo
XXI, quienes tienen en sus manos el deber de rescatar el manejo y la
profundidad investigativa de la radio de los años cincuenta a los setenta
y combinarla con los nuevos saberes y sentires del mundo.
Programas como: «Coltejer toca su puerta», creado por Pablo
Emilio Becerra, «Estrellas y Estrellados», de Marcos Pérez Quintero,
«El Gallardete Hispánico», de Jesús María Guillem, «Colcha de
Retazos», de Juan Eugenio Cañavera, y la «Melodía Misteriosa», de
Jorge Humberto Klee y Tomás Barraza, fueron una muestra fehaciente
de calidad, creatividad, profundidad y manejo radial.
El reto al que se había hecho alusión por parte de los periodistas
y comunicadores es clave; consiste en crear en el público joven una
visión multicultural de la música por medio de la cual se pueda lograr
un equilibrio para la aceptación y el conocimiento de nuestros ritmos
y la apertura mental para procesar y entender ritmos nuevos procedentes
de otras latitudes.
Es, sin duda, una labor ardua porque requiere de una remoción
de la intersubjetividad de las audiencias en torno al sentido musical.
En los últimos 20 años, la teoría del cultivo ha influido en los procesos
de cognición social musical. Se ha cultivado un seudogusto por ritmos
que no aportan nada al desarrollo cultural de nuestra nación.
De ahí que se necesita un cambio urgente en la manera de
proyectar y concebir la música que nos llega a través de la radio, para
así comprender mejor nuestra identidad y su relación con el mundo.
Para terminar, podemos señalar que la mayor parte de la radio
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barranquillera se encuentra en crisis desde el punto de vista del conte-
nido de la programación, mal manejo comercial, poco profesionalismo,
representado en el desconocimiento del lenguaje radial y falta de
formación e investigación periodística. Todo esto en contraposición
con los avances tecnológicos de las grandes cadenas como RCN, Caracol
y el Grupo Olímpica. Infortunadamente, en estos últimos 20 años ha
predominado la forma sobre el fondo. Queda poco o casi nada de aquella
radio de antaño llena de ensoñación y cargada de profundidad
investigativa. Ojalá que en los albores de este nuevo siglo empresarios
de medios, comunicadores sociales y periodistas empíricos asuman un
papel crítico que conlleve a la transformación de este medio tan fasci-
nante y representativo para una ciudad como Barranquilla que está
huérfana de tener una radio que promueva el desarrollo humano, social
y cultural que tanto necesita.
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